Atlántico entre los primeros departamentos con más abuso sexual a menores
*Se mantiene tendencia que mayoría de violaciones las cometen familiares y allegados a las víctimas.
En días pasados se conoció un dato estadístico relacionado con la violencia sexual en el Atlántico que no trascendió más allá de un simple titular de prensa: “422 menores víctima… en pandemia”.
El dato, producto del cruce que llevan en sus registros el Instituto Nacional de Medicina Legal, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y otros organismos, se circunscribe a los efectos de la pandemia por el Covid-19 entre el 12 de marzo y el 31 de agosto del presente año, pero solo relacionados con menores de edad.
Sin embargo, podría afirmarse que es un indicador especulativo, si se tiene en cuenta que esos mismos organismos hablan de un subregistro que son aquellos casos que se dan pero que las víctimas no denuncian debido a la sumatoria de varios factores como el miedo al escarnio público, las amenazas del victimario, violación de sus derechos como persona, entre otros.
Reconocen los organismos que, durante la pandemia, los casos que se denuncian sí han bajado con respecto al mismo periodo del 2019 cuando se recepcionaron 528 hechos en el Departamento.
Coinciden en que hay que seguir intensificando el trabajo, en especial, en la parte preventiva y teniendo en cuenta que, en la mayoría de los casos de violencia, en un 67 por ciento, según la Encuesta Nacional de Demografía 2015, hay incidencia de un familiar o un allegado a la familia.
En la actualidad, el Bienestar Familiar reporta que, dentro del proceso de restablecimiento de derechos en niños y adolescentes víctimas de abuso y violencia sexual, se atienden 329 casos. El ideal es lograr que el victimario sea juzgado en los estrados judiciales y se garantice la no repetición.
A nivel nacional, Medicina Legal, según la psicóloga de la Universidad del Norte, Edith Aristizábal, reportó que entre enero y abril del presente año hubo 4.961 delitos sexuales que afectaron a menores de edad entre 0 y 17 años; de ellos, 2.534 casos ocurrieron en la franja de los 10 y 14 años. En el Atlántico, en el período citado hubo 285 hechos.
Otro dato que se destaca corresponde al 2018, en el Atlántico. El Bienestar Familiar logró el restablecimiento de derechos a 881 niños y adolescentes víctimas de violencia sexual.
LAS GRAVES ESTADÍSTICAS
Por otra parte, un reporte de Medicina Legal del 2016 y que sirvió de base para trazar acciones de las dos últimas administraciones departamentales y municipales, incluidas en los respectivos planes de desarrollo. Allí se da cuenta que en el Atlántico hubo 1.042 casos de violencia sexual, de ellos 125 corresponden a hombres y 917 a mujeres.
El listado lo encabezó Barranquilla con 607 hechos, 74 hombres y 533 mujeres; le siguieron los municipios de Soledad, 178 casos, 16 hombres y 162 mujeres; Malambo, 60, de los cuales 9 corresponden a hombres y 51 a mujeres; Galapa, 17 casos, 2 hombres y 15 mujeres; Palmar de Varela, 14 casos, 1 hombre y 13 mujeres; Sabanagrande, 11 hechos, 2 hombres y 9 mujeres.
Santo Tomás y Santa Lucía, 8 casos en cada municipio, todos relacionados con mujeres; Ponedera, 7 casos, 1 hombre y 6 mujeres; Campo de la Cruz, 2 casos de mujeres; y Suan, 1 caso, afectado a un hombre.
El año pasado, a nivel nacional, se reportaron 10.528 casos, correspondiendo 777 al Atlántico, que lo ubicó como el tercer Departamento con esa problemática, de acuerdo con el Bienestar Familiar que hizo la revelación en un conversatorio organizado por la Universidad del Norte.
El ICBF precisó, además, que en Colombia se registra un promedio diario de 39 hechos de violencia sexual, y solo el 10 por ciento es judicializado.
CAUSAS Y CONSECUENCIAS
Desde hace 23 años, la Universidad del Norte ha venido tratando la problemática, desde sus posibles causas y consecuencias, a través del Programa Pisotón asegurando que “estar expuestos a la violencia se convierte en un factor de riesgo que puede desencadenar otros trastornos mentales en la infancia con repercusión en la vida adulta”.
Soporta lo anterior a través de resultados consignados en la última Encuesta de Salud Mental. En ella se sostiene que el 9,6% de los adultos, entre los 18 y los 44 años, presentan síntomas sugestivos de algún trastorno mental; el 52,9% tiene uno o más síntomas de ansiedad; y el 80,2% manifiesta de 1 a 3 síntomas depresivos, “generando así círculos compulsivos de repetición, replicando patrones de crianza asociados más al maltrato que a la contención desde el amor”.
Sostiene Pisotón que si desde que nace el bebé, éste cuenta con padres capaces de entender, sostener y satisfacer sus necesidades, al mismo tiempo que contener sus angustias, podrá ir regulando sus emociones y controlando las expresiones agresivas; por el contrario, cuando la madre y/o el cuidador principal no logra hacer un adecuado soporte a la agresión del bebé, ejerciendo maltrato y violencia hacia él, la agresividad se desborda, generándose una primera forma de relación inadecuada hacia el medio externo y favoreciendo el descontrol.
“Un infante violento es la manifestación de una falla, una carencia, una expresión de maltrato en el vínculo entre los niños y los adultos quienes tienen una función de sostenimiento en los primeros años de vida. Por eso es fundamental que los padres y/o sustitutos, establezcan vínculos afectivos con sus hijos mediante el conocimiento y satisfacción de sus necesidades, contención de sus agresiones y limitaciones adecuadas”, subraya Pisotón.
Reitera que el maltrato infantil genera serias alteraciones en el sano desarrollo psicoafectivo que puede presentar diferentes formas de manifestaciones: Identificación con el agresor; es decir, los niños maltratados comprenden el maltrato como una forma valida de relacionarse con los demás y ejercen la violencia; La vuelta sobre sí mismo, en la cual la agresión y violencia toma el camino de comportamientos autolesivos, la depresión e incluso ideas suicidas; La represión o el guardar sentimientos de ira y frustración que se pueden expresar en la somatización o alteraciones de personalidad en la vida adulta.
RECOMENDACIONES
El Programa recomienda: “Seamos, entonces, los adultos ejemplo de regulación, amor, contención, respeto y tolerancia, potencializando así la luz de nuestras niñas y niños, no sin antes reconocer nuestra historia y la necesidad de reconciliarnos con ella para poder resignificarla y de esta forma generar vínculos seguros y sanos con nuestras hijas e hijos”.
Y agrega: “que no sea, desde el miedo, que se acerquen a su propio proceso de autorregulación, sino desde la reflexión y real internalización de las normas, generando, desde la infancia, mayores niveles de conciencia frente a lo que implica el buen trato y la sana convivencia”.